Hola! ¿Qué hacemos...? -¿Nos vamos a Bilbao? -Vale, tía
Chico, qué gusto de mañana, eso de levantarme con las sábanas pegadas a mi delicado cuerpo me flipa. ¡Asco! Hoy libro y quiero hacer algo interesante con mi vida.
yo-¿Javier, nos vamos a Bilbao?
Javier- Vale, ¿pagas tú?
yo-Sí
Javier-Ok, busco vuelos. ¡¡¡Corre qué sale en dos horas...!!!
Pues en eso se resume nuestra aventura, locura máxima. Mira, nos perdimos en llegar al aeropuerto, acabamos en la T4 y era en la T1, que si no veíamos la puerta de embarque, quedaban veinte minutos y yo con ganas de ir al baño, porque claro, no sea que con eso de las alturas se me despresurice la vejiga y manche el avión en pleno vuelo. Caos total.
Embarcamos... menudo avión, lo megaflipé parecía que iba al espacio exterior en vez de a tierras vascas. Cuando veía semejante bestia empezar a andar me quería morir, no tenía mis pastillas de dormir, ni cerveza, ni subidas de azúcar, ni la playlist más potente de yoga para hacerme entrar en fase rem . Ese gran autobús con alas cogía una velocidad supersónica, en vez de volar parecía que nos teletransportaríamos pero, oye, en menos de cuarenta minutos estábamos ya pisando tierra firme, siendo las 23:30h.
Cogimos un "tasis" para ir al lugar donde nos hospedaríamos, al ser todo tan precipitado nos vimos obligados a coger lo no deseado por cual turista se aprecie. Con una categoría de cinco hostias, nos adentramos en el motel del Vasco, altísimas calidades...
Fuera bromas, fuimos a un cuatro estrellas de la cadena Barceló, el Barceló Nervión Bilbao. Vinimos súper contentos por la atención y por las maravillosas almohadas y toallas de las cuales disfruto en mi casa de Madrid je,je,je. Las mejores camas en las que he dormido, estaba deseando llegar para pernoctar con un buen nórdico de esos a medio kilo de plumón por centímetro cuadrado.
La mañana siguiente estuvo graciosa, en mi momento ducha abrí el grifo y eso que tiro la toalla con tan mala suerte que cae sobre el desagüe obstruyendo la salida del agua, el caso, la habitación inundada, menos mal que las toallas del hotel son como el papel higiénico, super absorbente. Nadie se percató.
Aseados y vestidos, desayunamos frente al majestuoso museo Guggenheim. Primera vez que como una tostada con aceite de oliva virgen extra, queso, tomate seco y azúcar... riquiiiiiiisimo, lo juro. Adentrados en el museo nos encontramos una entrada reducida de precio por cambio de exposición en la segunda planta. Tremendo, ahorramos diez euros cada uno!

Hora de comer, fuimos al restaurante del museo, Nerua. Qué hijos de Puppy! Si lo sé cojo un tupperware para llevarme hasta las migas del suelo. 170€ POR PERSONA! Mi sobrino, claro, el pobre que debiera ser que acabó el ramadán horas antes, dejó al restaurante sin postres, pues lógicamente la cuenta aumenta.
Jamás comí tanto y tan bien, eso si que fue invertir bien el dinero, porque nos guste o no, el dinero se gana para gastarlo y darnos esos placeres que la vida junto a Josean Alija crean para hacer nuestra existencia de lo más feliz. Está claro que este tipo de caprichos no son para todos los días, al menos para mi, pero desde luego sí para una vez en la vida. Yo también voy al Burger King.
Dimos la vuelta de nuestra vida por la ciudad, preciosidades mirases por donde mirases. Unos edificios, unas tiendas, unos chicos... uff que exótico todo, ya me los imagino jugando a la pelota vasca... (acabo de dejar el teclado lleno de babas...)
Vuelta al hotel con mi adquisición del museo, un conejo de Jeff Koons y la cena, nos preparábamos para retomar la vuelta a la capital.

Camino del aeropuerto nos despedimos de nuestro objetivo en la visita a Bilbao, el museo Guggenheim.
Hasta luego, Maricarmen...
Mi viaje express a Bilbao, para más info, visita Instagram!!
Besisss